Ya solo el leer o escuchar esta palabra genera ternura; es una maravillosa experiencia criar Golden Retriever. Desde el momento en que nuestra Rayén entra en la etapa de gestación, se inicia un viaje lleno de amor, dedicación y compromiso. Cada día es una nueva aventura, y ver cómo esos pequeños seres van creciendo y desarrollándose es simplemente mágico.
El nacimiento de los cachorros es un momento increíblemente emotivo. Estar presente en ese instante, ayudar a traerlos al mundo y ver sus primeros movimientos es una experiencia que nunca olvidaremos. Desde ese momento, nosotros como familia nos convertimos en sus cuidadores, protectores y guías.
Pasamos noches en vela, levantándonos varias veces para asegurarnos de que estén cómodos y bien alimentados. Cada llanto, cada pequeño logro —como su primer paso o su primer ladrido— se convierte en una celebración familiar.
Entregar los cachorros a sus nuevas familias es, sin duda, uno de los momentos más desgarradores. Hemos compartido tanto con ellos: siendo testigos de su crecimiento, travesuras y personalidades únicas, que cada uno de ellos deja una huella en nuestro corazón. Y aunque me llena de alegría saber que irán a hogares amorosos y estarán muy bien cuidados, también sentimos una profunda tristeza al despedirnos.
Es por eso que valoramos tanto el contacto directo con las posibles futuras familias. Queremos asegurarnos de que nuestros cachorros vayan a un hogar donde serán amados y cuidados como se merecen. Conocer a las familias, compartir historias y ver la conexión que se forma entre ellos y los cachorros es una parte fundamental de este proceso. Al final del día, estamos entregando un compañero de vida, y eso es algo que merece ser tratado con el mayor respeto y cariño.
Criar Golden Retrievers es un trabajo de amor, y aunque puede ser desafiante, cada acción vale la pena cuando veo a esos cachorros felices en sus nuevos hogares.